sábado, 22 de febrero de 2014

Rondando mis huesos


“Duermen inflamables

la cortesía,

la bondad de los gigantes,

el buen hacer de los sabios,

la cordura de los hombres.

 

Duerme en las frutas amargas

 del sueño, en la inconsciencia,

la cólera que  extiende

corpórea

 mi feroz artillería.

 

 Olvido  la arrogancia,

los murmullos de la histeria,

la desobediencia irrevocable,

el descubierto rebelde,

la poderosa validez de las razones.

 

Se estremecen las palabras,

temblando en el choque de mis gritos;

sobresaltan el desprecio,

el desafío y el espanto de mi cuerpo.

 

A cada golpe de remo sobre el viento,

brota la sangre de mis ojos,

muero de nuevo en el eco del daño,

resucito en la bandera roja

que abriga mis guardias.

 

Dobla el despertar

la esquina del infierno.

 

Disipa el azote  la memoria.

despedazando el alma.

 

La vida jamás nos pertenece.

 

Huyo de la inquietud de las horas,

para volver al resultado

del dolor  irreparable.

 

Callaré el discurso de venganza,

abordaré un ensayo impredecible

del final absoluto.

 Y en un alarde de capricho

desplegaré las alas de mi dueño.

 

Colgada en las cenizas del invierno,

prisionera, maniatada,

reducida al vencimiento

del espanto.

 

Indómito el deseo se encarama

en la traviesa señal del carcelero.

 

Quiero morir

en el gozo del incendio,

en el cadalso extremo

de mi entrega voluntaria.

 

Anochece el pensamiento

y mis soldados más temibles

andan ya rondando mis huesos. “

 

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