“Ha caído la noche sobre el
cielo. Se ha desplomado precipitada y abierta. Es un telón inesperado que
paraliza el mundo sin dejar resquicio ni tiempo para escape, matando luces y
certezas con una tala exhaustiva de cirios y recuerdos.
Mi corazón agoniza acorralado debajo de lo que ya no será nunca. Un millón de saetas de fuego llovieron del fondo de la última lumbre que encendimos, arrasando mi vida, reduciéndola a despojos.
Mi corazón agoniza acorralado debajo de lo que ya no será nunca. Un millón de saetas de fuego llovieron del fondo de la última lumbre que encendimos, arrasando mi vida, reduciéndola a despojos.
Ya no escucho nada, salvo el silencio
en mi dolor. Los ojos se me cegaron en la última imagen congelada: tú en mi
sonrisa. Mis manos perdieron su escasa fuerza, el cuerpo no responde a
órdenes, todas revocadas.
Ha hundido su mancha de oscuridad
la muerte. Son las cinco y la destrucción se cierne sobre la umbría quieta de la tarde. Enmohecida, cavernaria,
aniquilada, marchita y menguante. Diminuta y asumida por la tierra, me han
llamado a reposar con los ausentes.
El valle habla entre las sombras
el lenguaje universal del luto. Mi alma ahora es negra y acaba enterrada sine
díe por la maldición estrecha de Dios que me abandona.
Soñé que estaba sentada en el rebate
de las ruinas, en esa anciana mansión enmascarada de las pérdidas. Con tus últimas
palabras por el suelo, encharcadas de vacíos.
En la trastienda del aire temblaba de miedo.
En la trastienda del aire temblaba de miedo.
Y una lluvia de cenizas desprendía
calladamente mi tristeza.”
ktharsis 2014
ktharsis 2014
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