“Cuánto gris hoy en todas partes.
Tantas grises mentes y grises corazones. Vulgares espectáculos de invierno que provocan
grises entusiasmos en las gradas inertes del vacío. El frío ha disfrazado todo
de opacos sentimientos y con sábanas grises ha cubierto los muebles de la mansión
celeste. La luz no existe, ni las
sombras. Y yo misma me he cuajado, petrificada con lágrimas de versos. No se
mueve el aire. El mundo se ha quedado quieto. Sólo el plomo acostumbrado a estos
lugares ha venido a aplastarnos las ideas. Es mejor estar muerto, congelarnos
la sangre para no sentir tanta pobreza de espíritu y cuerpo, tanto brillo en un
cubo de basura. Sería preferible que nos hubieran bautizado con derecho a
hibernar en estos días. O a emigrar con alas orientadas al tibio manjar del paraíso.
Pero encuentro una esperanza en
la visión de ese incauto petirrojo que, asomado dos veces hoy a mi ventana, ha
venido a saludarme. Para decirme que siga creyendo en las señales. Que como él
se puede nacer gris, como la suerte, y en el camino estará la oportunidad de
enfundarse el pecho colorado de los ánimos valientes. No con tu ardiente amor,
por más que queme. No con tu ardiente canto, por mucho que sea bienvenido.
Sino por olvidarse de uno mismo
para quitarte una a una todas las espinas de esa corona enraizada en el dolor
de tus sienes.
¡ Qué no daría, niño, por aliviarte
la amargura ¡”
ktharsis 2013
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